Ayer se fue Dani Jarque, defensa y recientemente nombrado capitán del Espanyol. No quiero perder el tiempo escribiendo lo que ya todos sabemos. Las versiones sobre el descubrimiento del suceso, las teorias y las evidencias. No es una entrada informativa.
Yo personalmente, y Jose estoy convencido de que estará de acuerdo conmigo, sólo quiero expresar la pena que siento por esta pérdida. Porque Jarque era, además de un excelente jugador -yo pensé en él como una opción para la defensa del Barça en alguna ocasión- una persona humilde, trabajadora y cabal, como destacan todos los que le conocían. Pero no hacía falta ser familiar o amigo para darse cuenta. En cada declaración, en cada partido daba muestras de su personalidad. Era un jugador fácil de apreciar.
Y quiero ir más allá de la hipocresía razonablemente aceptable del momento. No escribo estas líneas desde la obligación moral de cualquier aficionado al fútbol. Más siendo del Barça. Para todos los que vivíamos la rivalidad ciudadana con naturalidad, alegría, respeto y coherencia, la pérdida del capitán del Espanyol traspasa los colores de una camiseta. Traspasa unos sentimientos de pertenencia.
Desde aquí lo último que puedo y quiero hacer, es apoyar abiertamente la propuesta, que ya anoche surgía en las redes sociales, de llevar el recuerdo del central catalán al nombre del nuevo estadio del Espanyol. Porque este verano abre una etapa en la historia perica, y combinar lo bueno con lo malo, la alegría con el pesar, el entusiasmo con el dolor, ayudará a que nadie, nunca, olvide lo que ambos iconos representan y representarán para el club blanquiazul.
Podeis apoyar la iniciativa uniéndoos a este, este y a este grupo en Facebook.
Marcel Sanromà Rovira
Barcelona, 9 de Agosto de 2009